Durante años he estado enseñando en jardines de infancia en el Reino Unido, con niños menores de 7 años. He visto a algunos de esos niños comportarse de esa manera con demasiada frecuencia. Como persona, maestra y madre, valoro profundamente el rasgo de carácter de la perseverancia, y empecé a darme cuenta de que algunos de los niños pequeños que cuido tienen poco de este rasgo, por lo que empecé a preguntarme de dónde viene esta capacidad limitada de mantener la concentración y la participación.
La perseverancia puede definirse como la capacidad de mantenerse enfocado en una meta, a pesar de todos los desafíos que puedan surgir. En otros contextos, también se puede definir como una faceta del valor o coraje, o como una manifestación del autocontrol.
Los estudios sobre el “tesón” han demostrado que, por ejemplo, las personas que tienen más éxito en los estudios y un buen bienestar general poseen un alto nivel de perseverancia. Dada la importancia del hecho de que la perseverancia contribuye positivamente en las opciones profesionales y en el bienestar, me pareció evidente que tenía que apoyar a los niños pequeños para que la adquirieran y la desarrollaran.
Para averiguar cómo se puede promover la perseverancia desde una temprana edad, llevé a cabo un proyecto de investigación en mi jardín de infancia, observando un pequeño grupo de niños de 3 y 4 años. El estudio formó parte de la tesis final de un Master en Educación que cursé en la Universidad de Aberdeen (Escocia).
¡Lo que averigüé fue muy revelador! Los niños sí que pueden seguir enfocados y ser persistentes, aunque encaren un pequeño desafío, siempre y cuando estén interesados y motivados para continuar. Sobre todo, comprobé que la motivación para continuar surge de los mismos niños, y no como resultado de un premio que les prometan los adultos. De hecho, los estudios que se han hecho sobre “premios y consecuencias (o castigos)” demuestran que prometer un premio puede en realidad reducir la motivación interna de los niños para persistir cuando ya no se les ofrece. Dicho de otra manera, aunque es probable que los niños obedezcan cuando les espera un premio, eso no es suficiente para hacer que sigan interesados.
Sin embargo, el interés no basta. Tiene que haber motivación para que los niños continúen haciendo algo. Así que la pregunta es: ¿Cómo podemos apoyar a los niños a que mantengan la motivación para continuar con una tarea o actividad?
El interés inicial (a menudo entusiasmo) que puedan tener, pronto se desvanecerá a la menor dificultad. Por lo tanto, la transición del interés inicial al interés mantenido en una actividad puede requerir la intervención de los adultos para asegurar que los niños continúen siendo participativos. Esto es así, especialmente cuando los niños aprenden una destreza o habilidad (como el uso de las tijeras, cuando quizás el adulto puede sujetar el papel), o cuando el adulto planea algo nuevo (y difícil) para ellos. Por ejemplo, en mi observación, los niños que estaban aprendiendo a hacer figuritas con miga de pan, o con arcilla, eran más proclives a seguir con la actividad cuando el adulto presente asumía un papel de apoyo. Los niños eran más propensos a mantener el interés cuando yo estaba con ellos, individualmente o en grupo pequeño, y les ofrecía ayuda (¡pero sin hacer las cosas por ellos!).
Hasta ahora hemos visto que es más probable que los niños sean persistentes cuando están interesados y motivados en seguir con una actividad. Sin embargo, eso no es suficiente, ya que la persistencia dependerá del tipo de comentarios que se les dé a los niños al participar en la actividad. Siguiendo con el ejemplo anterior, yo a menudo daba ánimos enfocándome en el proceso de la actividad, más que en el resultado. Por ejemplo, usaba frases del tipo: “Ya veo que estás trabajando mucho”, en vez de: “¡Qué nido más precioso!” Los estudios sobre los elogios demuestran que elogiar por el proceso y el esfuerzo, y no a la persona y lo que ha hecho, tiene más probabilidad de apoyar la perseverancia y el ánimo o coraje. Sin el apoyo del adulto cuando se necesita, el interés del niño puede verdaderamente pasar a un estado latente e incluso finalmente desaparecer por completo.
Cuando observamos la participación de los niños, ya sea en juegos o en actividades guiadas por un adulto, vemos la alegría y satisfacción que hay en ellos. Puede que no parezca obvio, pero los niños que disfrutan de lo que hacen están aprendiendo y auto-regulándose (es decir, que pueden controlar su propio comportamiento). ¡No diríamos lo mismo cuando vemos su frustración y descontento, y la consiguiente des-regulación! La alegría y la satisfacción alimentan positivamente su auto-conciencia, avivando la percepción de sí mismos como seres capaces.
Es muy probable que los niños que creen que son capaces de hacer algo sean persistentes. Cuando oigo a un niño decir: “¡no sé hacerlo!” o “no puedo hacerlo” incluso antes de siquiera intentarlo, me digo a mi misma: “vale, aquí tenemos trabajo que hacer”, ya que el niño ya ha desarrollado un sentido de limitación de sus propias capacidades. Que los niños crezcan con la creencia de que son capaces de hacer cosas, es de una importancia fundamental si queremos apoyar el desarrollo de su perseverancia.
¿Qué implica todo esto para nosotros, padres, cuidadores y educadores de niños pequeños? En resumidas cuentas, implica 1) proporcionar y facilitar actividades que son apropiadas para el niño en su nivel de desarrollo actual, y satisfacer la necesidad que tienen de adquirir competencia y autonomía; 2) apoyar a los niños en la transición de interés inicial a interés sostenido; 3) evitar premios y consecuencias, y centrarse en un “modelo de relación” que nutra la necesidad de relacionarse que tiene el niño; 4) si hace falta elogiar, utilizar la técnica de elogio al proceso, y no a la persona; 5) sintonizar con aquello en lo que está interesado el niño, o el grupo de niños, y posibilitar esas experiencias, de tal manera que desarrollemos así una relación positiva con el niño o niños. Todo esto nos puede ayudar a promover su perseverancia y a desarrollar en ellos sentimientos positivos con respecto a sus propias capacidades.
Una de las experiencias más gratificantes que puedo tener como madre y educadora es precisamente ver cómo los niños que cuido, mediante pequeños pasos alcanzables, van aumentando su capacidad de persistir en una actividad, demostrando alegría y satisfacción a lo largo del proceso. Puesto que las experiencias de los niños contribuyen a la percepción que tienen de sí mismos, tenemos la enorme responsabilidad de procurar que las experiencias que les proporcionamos nosotros, y la calidad de la relación que tenemos con ellos, afecte positivamente al desarrollo de su auto-concepto.