Ese día no habían comido mucho y tenían mucho apetito. En el mismo momento que Bibi Fátima empezaba a servir la comida para su familia oyeron un fuerte golpe en la puerta y todos pensaron que sería el Profeta Muhammad. Sin embargo, en la puerta apareció un desconocido con una apariencia débil y enferma, quien les pidió algo de comer. Hazrat Ali y su familia nunca habían cerrado la puerta a nadie, así que dejaron entrar al pobre desconocido y compartieron su comida con el.
Al día siguiente, justo cuando estaban a punto de empezar a comer, escucharon que alguien golpeaba la puerta y se preguntaron quién podría ser. Sorprendidos vieron que era un joven huérfano pidiendo comida porque no había ingerido nada en dos días. La familia dejó entrar al pobre chico y le alimentaron.
Al tercer día, otra vez alguien llamaba a su puerta. Esta vez era un humilde preso pidiendo comida. También le alimentaron y alimentarían, incluso si les quedara poca comida, a cualquiera que lo necesitara, independientemente de su procedencia.
Al día siguiente, el Profeta Muhammad recibió una revelación sobre su familia. Dios estaba muy satisfecho de ellos y dijo:
“Y ellos alimentan a los necesitados, al huérfano y al preso, por amor a Dios.” (q 76:8)
Que esta historia nos sirva de inspiración y extendamos nuestra ayuda, apoyo y oraciones a los demás en estos tiempos difíciles. De este modo estaremos practicamos nuestra fe, ya que tambien tiene que ver con ser éticos en nuestra vida cotidiana.
Fuente:
Instituto de Estudios Ismailis, Our Early History, Londres: Islamic Publications Limited.
