Cuando un neófito oye hablar de estos conceptos y se pregunta acerca de ellos, suele relacionarlo con problemas de personas que viven en una sociedad acomodada, perteneciente al mundo industrializado y con unos cánones de belleza y estéticos muy determinados.
Sin embargo, cuando uno ahonda en la historia encuentra que los primeros casos se remontan a la época helenística, y si bien el bagaje cultural de las diferentes sociedades puede influir en su incidencia, los trastornos de la alimentación han sido descritos a lo largo del tiempo.
De hecho, a lo largo de la historia, han existido visiones diferentes de este trastorno. En la Edad Media, la anorexia era vista como una meta espiritual a alcanzar; de hecho, se habló de la “santa anorexia” y “el ayuno ascético” en un período histórico en el cual se perseguía con frecuencia la búsqueda de las virtudes espirituales mediante la mortificación del cuerpo.
Pese a que los estados voluntarios de inanición habían sido descritos por varias culturas a lo largo del tiempo, no fue hasta finales del siglo XVII que el médico británico Richard Morton describió el cuadro clínico de la anorexia nerviosa, en un informe donde describía dos pacientes que, en ausencia de enfermedad manifiesta, se negaban a comer.
Ya fue a lo largo del siglo XIX que varios médicos como Charles Lasègue o Luis-Victor Marcé fueron describiendo esta entidad clínica como un desorden de causa psíquica o nerviosa. Siendo el mismo Lasegue quien proporcionó la primera descripción detallada del núcleo psicopatológico central del disturbio, por lo que se debe a él el mérito de haber prestado atención al origen no orgánico de este trastorno y el de haber considerado el importante rol del entorno en el desarrollo de la anorexia.
Hoy en día, en el marco cultural que nos movemos, donde impera el pensamiento cientificista y el positivismo, la anorexia y la bulimia se encuadran en el conjunto de trastornos de la conducta alimentaria. Lo que distingue a los trastornos de conducta alimentaria es el rechazo de la comida por parte de la persona y el miedo obsesivo a engordar, que puede conducirle a un estado de inanición. Es decir, a una situación de gran debilidad ocasionada por una ingesta insuficiente de nutrientes esenciales.
Es importante diferenciar la “anorexia” como síntoma aislado que puede ocurrir en circunstancias muy diversas, tales como estados febriles, enfermedades generales y digestivas, no siendo una enfermedad en sí; de la anorexia nerviosa, que se considera un trastorno específico caracterizado por una pérdida autoinducida de peso, acompañada por una distorsión de la imagen corporal, cuya presencia es indicativa de un estado patológico diferente del individuo, y puede tener consecuencias muy graves para la salud de quien la padece.
Entonces, en el marco que hemos definido como trastornos alimentarios encontramos como principales entidades la anorexia nerviosa y la bulimia nerviosa. ¿Pero qué diferencia hay entre la anorexia nerviosa y la bulimia?
La anorexia nerviosa se caracteriza por una conducta de inanición fuertemente restrictiva. De alguna manera, la persona que padece anorexia sufre de una férrea convicción de no comer. Las personas con anorexia tienen bajo peso, estando por debajo del 85% del peso adecuado a su edad, y eso deriva en varios problemas orgánicos. No es de extrañar que en los casos de anorexia extrema exista una densidad ósea disminuida, bajada de defensas a nivel sanguíneo, cuadros de hipoglucemia intermitente, y un variado elenco de síntomas a consecuencia de las carencias nutricionales.
Asociado a estas manifestaciones físicas, suele asociarse cuadros psíquicos como la depresión, una ansiedad desmesurada ante la idea de comer, síntomas obsesivos en relación al control de su conducta alimentaria o personalidad inestable. En los casos más extremos, debido a la falta de nutrientes las personas que padecen anorexia nerviosa pueden presentar deterioro cognitivo con manifestaciones en la memoria, el proceso de pensamiento y otras áreas superiores.
Además de la comorbilidad psíquica que se presenta en la anorexia, es un factor común que las personas afectadas presenten una clara distorsión de la imagen corporal. Es decir, ante el espejo o cuando se miran, se ven “gordas” y nunca es suficiente la bajada de peso como para satisfacer su requerimiento estético distorsionado.
Es por esta suma de alteraciones, en general graves, que las personas que padecen anorexia nerviosa suelen definirse como perfeccionistas y obsesivas, visto que en general es muy difícil ser anoréxica, requiere de muchísimo control, férrea voluntad, mucha constancia para no dejarse llevar por la necesidad de comer o alimentarse. No es fácil ser anoréxica, sería la afirmación tenebrosa que indica lo sumamente grave que es.
Por otro lado, tenemos la bulimia nerviosa, que se caracteriza por presentar también miedo al aumento de peso o a engordar, pero lo que la define sobre todo son sus conductas compensadoras. Es decir, la persona puede realizar una dieta poco saludable o baja en nutrientes, pero en algunas ocasiones pierde el control y realiza lo que se denomina “atracones.” Los atracones se definen como ingestas compulsivas y en exceso de comida. Posteriormente la persona con bulimia siente arrepentimiento de esta ingesta y realiza conductas compensadoras como vomitar o realizar ejercicio de manera extrema.
Las personas con bulimia nerviosa en general no son tan exigentes como las que presentan anorexia. No suelen presentar un peso tan bajo como en el caso de la anorexia, e incluso pueden sufrir de obesidad.
Suelen presentar dificultad para el control de sus impulsivos, ser más irascibles, mas inconstantes en su día a día. De alguna manera, la persona con bulimia querría ser anoréxica, pero le es demasiado difícil y suele caer en la tentación en forma de atracones masivos. Debido a este ciclo que se va repitiendo, las conductas compensadoras son las que pueden derivar en problemas orgánicos. Pueden existir conductas purgativas como el vómito, el llegar a tomar laxantes e incluso diuréticos para compensar un atracón. También existen las conductas compensadoras no purgativas como el ayuno o el ejercicio intenso. A largo plazo este ciclo deteriora el cuerpo y pueden aparecer problemas esofágicos, alteraciones electrolíticas y otras manifestaciones orgánicas.
El principal abordaje de estas dos entidades es principalmente psicoterapéutico. En muchas ocasiones tras estas conductas existe un conflicto psíquico inconsciente derivado de las vivencias de la persona y su entorno. Hay varias maneras de abordarlo, pero requiere de una predisposición de la persona a querer trabajar psicológicamente sus problemas y de una terapia constante sin esperar resultados inmediatos. Es muy importante que las personas cercanas como los familiares puedan ser partícipes de esta terapia para poder ayudar de mejor manera a la persona afectada. En muchas ocasiones un soporte farmacológico con antidepresivos, ansiolíticos y anti impulsivos (este último en el caso de la bulimia principalmente) puede resultar útil en el proceso.
La prevalencia e incidencia varía en función del lugar y la cultura. En nuestro medio, actualmente hasta un 6 % de la población adolescente puede presentar algún tipo de trastorno de conducta alimentaria. En líneas generales la bulimia es más frecuente que la anorexia y en cuanto a la edad de inicio suele ser en la adolescencia. Los trastornos de conducta alimentaria son mas frecuentes en mujeres, sin embargo, en el caso de la anorexia no es extraño encontrarlo en hombres. Los trastornos de la alimentación en general son una verdadera emergencia de salud en los países occidentales industrializados y, según muchos autores, están en continuo aumento.